domingo, 11 de septiembre de 2011

La Extraña Palidez

Cuando subió a mi carromato, despedía candidez mezclada de seguridad en sí misma. No creo que tuviera mas de 40 años, era guapa y con el pelo corto, muy cool.

Tres curvas y varias manzanas despues empezamos a comentar lo complicado que es conducir en madrid:

-"Hombre, al principio asusta bastante empezar a trabajar en esto - dije haciendome el interesante - pero luego el día a día... va haciendo a uno coger experiencia..."

-"Quíte, quíte... para mí sería un mundo el trabajar con la tensión y agotamiento mental que supone este trabajo... y luego está lo de conducir sabiendo que hay vidas que dependen de mí... mire, nunca me propuse sacarme el carné de conducir, pero al separarme decidí hacerlo... llevo 2 meses con él, para obligarme a practicar me compré un coche de segundamano, muy mono... un... ¡buf! no se ni decirle la marca o el modelo... ¡un Mini!, eso es... un precioso Mini...  No lo llevo mal, aunque me da un miedo meterme en las autopistas, con todos los coches como locos..."

Mientras hablaba, movia las manos con sultura y sus expresión facial era intensa, imaginé que su risa sería escandalosa y contagiosa.
Entonces decidí sacar a paseo mi gracejo, mi humor de chichinabo, mi chispeante ja-ja-já continuo que tantas y tantas alegrias había proporcionado en el circo de la vida. Sin dejar que volviera a decirme algo más solte con total tranquilidad:

-"Ah, eso está genial... - y empecé a incorporarme a la M30 - Pues si es así de positivo... a ver si em animo de una vez y me apunto a una autoescuela y me saco de una vez el carnet yo tambien... porque esto de ir en un taxi robado..."

De súbito, la mujer palideció como si hubiera visto una reata salvaje de niñas del Exorcista.

Luego abrochóse el cinturón de seguridad y agarrando la puerta con una de las manos, note como iba pasando de color carne rosada a sépia cruda.

Al advertirme el espejo de aquel comportamiento mojado en pánico (esperando que el asiento no...), reculé por empatía cobarde confesandola y tranquilizandola: 

- "Es una broma... tranquila mujer… que llevo todo en regla y el taxi esta legal... y te estoy llevando a donde me has pedido..."

Y la sonreí, pero no tuve respuesta positiva por su parte, ni real. Se calló con gesto de enfado y no volvió a dirigirme la palabra.

Les voy a decir una cosa...

Las grandes ciudades están perdiendo a una velocidad alarmante el sentido del humor.
Cuando llegamos al destino, solo abrió la boca para decirme un simple "adiós". Decepcionado por la incomprensión del amado público, guarde en la guantera mi narizota de payasíto para otra ocasión.
¡Que dificil lo tenemos los cómicos!

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