miércoles, 29 de agosto de 2012

La Belleza Anónima




Les voy a decir una cosa...

Su míni-vestido estampado era míni-mínimo.

Así sentada, con las piernas morenas cruzadas y los brazos morenos y el cabello moreno al viento de su ventanilla abajo, parecía un ser mitológico, una diosa de mármol esculpida de un golpe.

Su rostro no tenía sombras, ni baches, ni taras, al contrario, radiaba libertad y paz.

Cabello largo, ondulado y negro o viceversa, orejas sin pendientes (no hay lóbulos más sexys que los desnudos), labios con forma sensual, muy sensual a lo Bardot y unos ojos ocultos tras unas Ray Ban de espejo modelo aviador (peor para el sol).

Aquella mujer de mediana edad, (que horrible expresión descriptiva policial), jamás había sido ni será portada de revista alguna, ni ha salido ni saldrá en la TV, ni en las pasarelas, ni conoce ni conocerá el tacto de las botas o la cama de algún Cristiano Ronaldo de turno, y sin embargo era, es y será mucho más bella que cualquiera de ellas.

Por eso de repente me brotó en el bulbo raquítico una idea que pienso alguna vez:  Las mujeres más bellas están en los supermercados, comprando fruta con su guante de plástico, o haciendo footing a media noche entre los árboles, o en el último asiento del autobús, o vendiendo zapatos ortopédicos, o en la cola de cualquier concierto (que no sea de Bustamante o Bisbi), o como es el caso, en mi mismo taxi…

Las mujeres más bellas son anónimas y surgen de la nada cuando menos te lo esperas. 

No intercambiamos palabra alguna. No hubo mirada cómplice entre ella y yo. Solo me dijo al rato de alquilarme:

- “Perdone… pare aquí. Me apetece andar un poco…” – y me sonrió y me dejó. 

Les confieso que dos manzanas después volví al punto donde la dejé pero no la volví a ver. Busque en mi móvil un tema del Sr. Knofler que, como siempre, decía como me había sentido al llevarla y dejé que mi imaginación hiciera el resto llevándola otra vez en mi taxi.





lunes, 27 de agosto de 2012

Al Menos Los Muertos No Molestan


Les voy a decir una cosa...

Desde hace 144 días tengo abandonado mi pequeño balneario mental donde solía reposar mis inquietudes, mis miedos, mis angustias, y lo plasmaba aquí para soltarme de la angustia en la que había caido. Pero desde hace 144 días no necesitaba plantarme aquí, como ese niño que mira a su madre y pide ayuda o clemencia por el plato roto o la trastada recien realizada.

Sigo llevando mi vida insulsa al volante de mi caballo de hierro. Transporto personas de fisonomía y vida dispar, con vidas antagónicas e inquietudes variadas. Me convierto en otro yo, mas sumiso, mas servicial, mas agradable de lo que deseo ser.

Desde hace 144 días no necesitaba esto.

Pero son las 02:30 de la madrugada y no puedo dormir otra noche más. Me siento como aquel culpable de algo que no ha cometido pero que no puede mostrar su inocencia porque no tiene cuartada.

Ayer me alquiló una señora, me indicó la calle a la que quería que la llevara, y cuando le pregunté por donde quería que la llevara, lo unico que me dijo descortesmente fue:

- "Ay, mire... callese ya y lléveme por donde le dé la gana. Pero no me dé ninguna vuelta por Madrid..."

Evidentemente la llevé por el camino que quise y callado. Aunque ella se diera cuenta al momento de lo que había echo. Pero no la hablé mas de lo necesario. A veces las personas confunden dar un servicio con ser servicial. Confunden la amabilidad con el trato de un sometido.

No tengo un trabajo duro. Pero muchas veces es desagradable. Supongo que es peor trabajar en una mudanza pero me hubiera gustado ser tanatopractor, al menos mis clientes no serían tan porculeros.

En fin, hace 144 dias que me tomé 144 dias sabáticos y se me han acabado.


Mañana es mi dia de descanso el miercoles volveremos a la carga.









D3000