martes, 6 de septiembre de 2011

El Nuevo Trabajo de Pipo


Les voy a decir una cosa...

Cada vez me llama más la atención la forma, en que como humanos, encajamos la muerte de alguien allegado. Nunca se puede preveer

por ejemplo hoy, se sube una pareja, un matrimonio, a mi carromato y con voz pausada, un tanto resquebrajada, él me dice, mientras que ella mira como ausente a la ventana:

-"Buenas tardes, mire, llévenos a la Avd. De Manzanares 60. Se acaba de morir mi hermano en Alicante y necesitamos de usted un favor doble: tenemos que recoger a mis hijos, ir a casa, ir a Coslada y si diera tiempo antes de las 17:00 cambiar el billete para poder irnos a las 20:00... Y el segundo favor es que tenga paciencia, por favor, porque estamos nerviosos y muy tristes..."

La mujer, mirando la calle, limpiaba sus mejillas sonrojadas con un pañuelo de hilo. Sus ojos azules brillantes y vivos, estaban palidecidos con venitas rojas y las bolsas de los párpados amoratados estaban levemente hinchados, reteniendo una gran pena en forma de lágrima.

Mientras él hablaba, ella escuchaba mirando al cielo y sorbiendo su pena. Al terminar de hablar, les dije que no se preocuparan de nada. Que estuvieran tranquilos y recogimos a los niños.

Alvaro se esconde detrás de unas gafitas de pasta blanca. Con unos cristales tan gordos que hacia que sus ojos fueran del tamaño de las propias lentes.

Celia, sin embargo, era mas tranquilita pero ruiseña y muy reservada.

La actitud de los padres estaba pactada de antemano. Harían como si no pasara nada, les dirían que: "se tienen que ir a trabajar al antiguo trabajo de mamá unos días... y ellos se quedaban con unos primos de papa...".

Los niños, como todos niños de entre 5 y 7 años, estaban entusiasmados por quedarse en casa "del primo Paco, que tiene piscina y el Scalestric..."

Ella, de camino, fingía y hacía como si estuviera contenta por la suerte de sus pequeños. Mientras que él estaba todo el camino pensativo a mi lado en silencio, calmado pero en silencio.

Al recoger las cosas de los niños de la casa, tuvimos que dar la vuelta, porque Alvaro se había olvidado a Pipo. Yo pensé que sería una mascota o algo por el estilo. El niño insistió hasta que dimos la vuelta.

Pipo era un cocodrilo de peluche. Alvaro, con Pipo en sus brazos me contó con ilusión que sin él no podría dormir "se lo había regalado su papa" para poder dormir, "Pipo cuida que no tenga malos sueños..." me dijo.

Los niños, durante el trayecto, hablaban y hablaban, comentaban todo lo que se les ocurría.

Pero a su vez, el móvil de ella sonaba de vez en cuando. Ella bajaba la voz y contaba con grandes sonrisas tristes lo que había pasado fingiendo para no ser descubierta, agradecía las condolencias, y cuando colgaba y los niños la preguntaban quien era. Ella les contaba que era del trabajo o algo similiar, pero enseguida les cambiaba de tema. Dejamos a los niños en Coslada y en silencio, después de 30 minutos de revuelo y vitalidad infantil, regresamos a la estación de trenes para que pudieran cambiar el ticket.

Mientras estábamos yendo, observe por el retrovisor como él la acariciaba, la consolaba y la besaba en la mejilla mientras ella ya dejaba de reprimir su pena. Y de vez en cuando, le miraba a los ojos con expresión de tristeza total y le sonreía como agradeciendo su amor.

Ahora que los recuerdo, pienso en como no me había dado cuenta en que él, debería estar destrozado y  hubiera perdido a su hermano mayor, estuviera mas tranquilo y sin embargo ella era la más afectada. Pero luego recordé que por desgracia a los hombres de cierta generación como la de él, les enseñaban a guardar la compostura. En fin...

Al llegar a la estación y darles el pequeño equipaje improvisado, una mochila con alguna muda para dos días, les volví a dar mi pésame.

Él me dio la mano, pero ella me abrazó con una triste mirada de ojos azules como el mar y me dijo:

-"Gracias por su paciencia... Y por habernos ayudado con los niños... Desde que me separé de mi marido, tanto Celia como Alvaro sufrieron muchisimo. Alvaro le echaba tanto de menos por las noches, (porque el siempre le tranquilizaba si tenia miedo a la oscuridad...) Por eso, cuando al final me fuí, mi esposo le regaló a Pipo y le dijo que si faltaba él se agarrara fuerte que le protegería... No sé como se lo diremos a los dos cuando volvamos... Ya fue duro para Celia, que es mas consciente de lo que pasa, aceptar que su mamá se enamorara de su tío..."

Y él la agarró la mano y entraron en la estación.

1 comentario:

D3000 dijo...

Simplemente veridico.