martes, 21 de junio de 2011

Me Voy

Calle muerta mes de Junio, cuatro de la tarde y con un sol de justicia que obliga a las ranas a no olvidarse de salir sin cantimplora.


Bajo por Ricardo Ortiz, con el libre por bandera, la mirada libre y apatruyando el alma burra, circulando despacio por el carril TAXI-BUS mientras suena en la radio el Everybody Hurts de REM, no sé si estoy llorando de nostalgia o sudando por los ojos. En fin…


Al desembocar en la Gral. Ricardos, una mujer de cuarenta (mal vestida y peor peinada), con un par de maletas viejas a su lado levanta el brazo y lo agita hasta que me detengo a su altura.


Me bajo del taxi, saludo, sonrio, abro el maletero y me encargo de las maletas mientras pienso:


- "Me apuesto el brazo izquierdo a que me manda a la Estación de Atocha..."


La mujer me saluda con mirada avergonzada, los ojos cavizbajos, rojos, hinchados. No me mira. Al montarse me pide con voz tenue que la lleve a la calle Narvaez, (acabo de perder el brazo, eso me pasa por apostar).


Tras atravesar Las Rondas subimos por el Paseo Infanta Isabel en silencio. Ahora suena Palabra de honor de Luismiguel. A través del espejo veo a la mujer llorando y secandose las lagrimas, marca un número en su móvil y comienza a hablar:


- "¿Mamá?, soy yo… me he ido de casa… ¡por fin he tenido el valor suficiente!… lo he hecho… y ahí le he dejado, tumbado en el sofá, como siempre… ni siquiera se ha levantado para despedirse, ni me ha mirado, ni nada… se acabó, mamá… no aguantaba más, eso es todo… Sólo me ha dicho que no me llevara el coche, que lo necesitaba para trabajar… después de 22 años juntos, lo único que tiene que decirme es eso, que no me lleve el coche… - entonces rompe a llorar - ¡Desde los 17 años con él! mamá… ha sido mi primer y único amor… he crecido a su lado… y ahora… ya ves… se acabó. Le dije que habíamos perdido la pasión, que ya no hacíamos nada juntos… que cada tarde, al entrar en casa, no sentía nada… ¡llevo años sin ganas de entrar en casa!… y eso es muy triste, mamá… antes me sacaba a bailar, hace años, ya sabes… y salíamos a cenar de vez en cuando…  ¿Que si me ha levantado la mano?: no, mamá, no te preocupes por eso… al menos si me pegara, sabría que me quiere, que le importo… - encima con sindrome de estocolmo - ¿que no diga eso?… ¿y qué quieres que diga entonces?… he tirado a la basura los mejores años de mi vida… pero bueno,… tendré que empezar de nuevo… con mi sueldo de mierda…  Sí, mamá, voy para tu casa pero… no estaré mucho tiempo… no quiero molestar… en cuanto encuentre algún apartamento barato… dame unos días… Mamá, estoy llegando. No hace falta que bajes para ayudarme con las maletas… llevo cuatro cosas… lo primero que he pillado… nos vemos ahora, mamá…"

Al llegar, busco un pañuelo de papel y encuentro el paquete, se lo tiendo, sin decir nada, me paga y me bajo, y se baja, y abro el maletero.


Solitaria en calle también solitaria, no se ve ni un alma, como si la humanidad se hubiera evaporado, y hace calor, mucho calor, y ella no me mira, y ahora se frota los ojos con mi pañuelo, y se queda quieta junto a un árbol raquítico, y se apoya, y el árbol se resiente, se balancea. Solitaria en arbol solitario.


Sin mediar palabra monto en el taxi y lo acelero todo, acelero con rabia. Me pierdo por la siguiente calle a la derecha.

Les voy a decir una cosa...


Nadie tendria que sufrir por nadie, pero hacer perder la dignidad como persona por el mero echo de un triste orgullo personal, egoista y traicionero, es peor que la pero de las desgracias. Hacer sufrir a alguien, por amor, no es amor. Es odio a uno mismo, es podedumbre.


Pincho mi emepétress y busco Ultima vez, de mi Julieta Venegas, se abre el mundo y en la solitaria ciudad un solitario taxísta va escuchando en silencio y mirando las almas solitarias de la ciudad…





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