jueves, 5 de mayo de 2011

Antología De La Incierta Pasión. Acto 1º, escena 3


Les voy a decir una cosa...

Circulábamos en silencio por la calle Doctor Esquerdo.

Estaba nerviosa, distante, pero no dejaba de mirar el reloj de su movil. No era muy hermosa pero no estaba mal, pelo liso, de cuarentaypocos, recién despertada, sin peinar ni maquillar, tendría prisa.

Toreando legañas enfrente del Hotel Colón, sonó su móvil. Y al otearlo con cierta desgana lanzó un suspiro, cerró los ojos, me miró, la mire por el retrovisor y me dijo:

- "Disculpa, pero… trabajo en una línea erótica y… tengo un cliente… necesito un poco de silencio… ¿podrías apagar la radio y cerrar las ventanas?"

Estufepaciente, como si fuera la peticion mas normal que me hicieran todos los dias a las 10:00 de la mañana dije con tono condescendiente:

- "No hay problema..." – dije sonriendola para que no se ruborizara, que no sabía que el ruborizado iba a ser yo... ¡aaaaaaay!

Y entonces descolgó y empezó el reguetón:

-“Hola, cariño… ¿cómo te llamas?… Mmmm Roberto… estoy muy caliente… Roberto… tienes una voz tan… varonil….”.

¡Para la cinta!...

Desde mi optica, el erotismo de su voz se perdía en una pose tan despreocupada como fría, insulsa. De hecho, mientras con una mano sostenía el teléfono (tan ardiente para Roberto), con la otra buscaba un pañuelo con el que luego se restregó la nariz. Parecía constipada. El típico resfriado o alergia.

“Llevo un tanga muy… muy pequeño… ¿te gusta?… ¿quieres meter la mano por debajo?”.

Y entonces me tocó el hombro, y me indicó con su dedo el próximo portal. Pare lennnntamente y suuuuave... (es que aprendo rapido).

Por gestos le señalé el importe del taxímetro, me soltó desesperadamente un billete con la cabeza ladeada sosteniendo el movil, limpiandose los mocos y guiñandome un ojo cansado de sueño, abrió su puerta muy despacio y comenzó a caminar mientras, a través del teléfono, continuaba engorilando al pobre Roberto.

Y Roberto, al otro lado, pensaría que aquella hembra estaba hablandole en culos sobre una cama de raso, con su luz roja, y sus velas y sus vicios y artilugios, como una perra en celo.

Al menos, Roberto fue feliz al menos durante los próximos diez jadeos... ¡cielo santo que lo sea alguien es esta horrible ciudad a esta hora intempestiva de la mañana!. Ya pero Robertito, cuando veas la factura del polvete imaginario va a ser un coitus interruptus con ascencion involuntaria de la bolsa escrotal... ¡vamos que mejor es buscar realidad a ficcion... es mas rentable!

Pero volviendo a la mocosa en celo ficticio, me dije que ya no era el unico que no le gustaba en el fondo su empleo laboral, pero supongo que engorilar asepticamente mediante sexo oral sin compartir alientos, salivas y otros menesteres con la privacidad de nisiquiera ver al berreador macho en celo, pos oye... supongo que para la muchacha no estaba mal... ¡peor es trabajar en una mudanza o de pocero!

Luego pensé si la muchacha tendria pareja, y si este hombre sabía del trabajo de su amada. Si sabia que compartirla era en el fondo rentable o no. Si cuando él propusiera su ratito de amor, ella accediera fingiendo o no... eso nunca lo sabrá ni el, ni yo.

Lo mejor es no saberlo... en estos casos sigo opinando que "la ignorancia es felicidad"...

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