sábado, 13 de agosto de 2011

Destino Final 2.0

No hubiera llamado la atención a nadie el echo de que al día siguiente faltara a su puesto de trabajo, al cabo de una semana se hubieran preguntado donde está y porque no ha avisado a nadie que se iría unos días.

Los vecinos, a su vez, seguirán sin saludarle en el rellano de la escalera o evitarian mirarle con tal de no tener otra trifulca con el.

Tampoco le echarían de menos, en la cafetería donde cada mañana se sentaba a leer el diario y tomar su corto de café con mucha leche templada y una valenciana que haría cachos e iría sumergiendo con la cucharilla y llevándosela a la boca con el consabido goteo que quedaría plasmado; como cada día, en las hojas del diario.

Ni la taquillera del metro que todos los días tenia que soportar su cara de mal humor por madrugar y su cara de desgana por regresar de un trabajo tedioso de un mundo de oficina en el que se sentía frustrado.

El ferretero que le vendió la soga con la que se pensaba quitar de enmedio, tampoco le echaría en falta pues no le conocía de nada y ni siquiera le extrañó que un hombre de mediana edad insistiera en comprar 2 metros de soga irrompible de 16mm de diámetro y una garrucha de colgar jamones. Los ferreteros son esos personajes que saben descifrar que artilugio necesitas aunque lo llames de cualquier manera, pero no son fisonomistas, no miran mucho a la cara.

La estanquera tampoco le iba a echar de menos, un cliente que casi todos los días  compraba 2 paquetes de tabaco negro y luego se mofaba de los cartelitos que venían para prevenir el uso de tabaco, un cliente así no era esperado con alegría.

Su mente estaba nublada por la amargura y la desdicha y solo quería morir. Su plan era simple pero infalible, llegaría a casa, fumaría, prepararía una hoja en blanco y un lápiz con el que escribiría su despedida, cortaría en pedazos todas sus viejas fotos y las dejaría sobre la cama, se tomaría su ultimo café, se tomaría su ultimo baño con su consabido ultimo onanismo, y desnudo y perfumado, como vino al mundo, se dejaría caer. Y en el balanceo mortal esperaría que su fractura de cuello fuera rápida y letal y que el tiempo de axfisia no excediera los 7 minutos pues sino su infarto y colapso sería agónico, por eso con el ultimo café también tomó los 2 valiums, para adormecerse y finalmente morir.

Pero algo salió mal. Algún detalle, alguna sincronización cotidiana tuvo retraso, algún cambio de habito le hizo pasar por esa calle. Casi nunca pasaba por ahí de regreso al hogar, pero hoy lo hizo. Casi nuca cruzaba de acera por ese paso de peatones pero lo hizo, casi nunca cruzaba sin mirar, pero esta vez con la concentración de pensar en su sepelio no se dio cuenta que a veces estar en el sitio inadecuado, a la hora inadecuada, en el momento inadecuado hace que uno sea en realidad el objeto inadecuado.

La mujer que lo mató no entendió como pudieron fallar los frenos. Era experta en la conducción, el coche era nuevo, apenas 5 meses, no había alcohol en ningún tramo de sus venas, no tenia mal la vista, ni conducía con tacones... y sin embargo se lo llevó por delante con tan mala suerte que al caer al suelo su cabeza reventara, como lo hace una sandía al caerse al suelo, cuando el camión de la basura que iba detrás de ella no pudo frenar y quedara su cabeza bajo su rueda.

Quedó irreconocible, su sepelio fue con el féretro cerrado. No, no fue nadie; aunque con publico, murió solo, no como el quería, pero solo.

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