miércoles, 3 de agosto de 2011

Desamor

"Sí, claro que te entiendo..."  le decía, pero en realidad no, no la entendía.

Pensaba que siempre se estaba enfadando demasiado y sin necesidad. Aún así, decir la verdad no era estratégico. Seguir discutiendo durante horas, incluso días, no estaba dentro de sus planes y por lo tanto, mentía.

La decía que la comprendía, que era un error, que ella tenía razón, que lo disculpara, que la amaba más que a su propia vida. Y en eso no mentía. La mimaba, la besaba, la abrazaba y todo se solucionaba sin ninguna traba.

"Es la forma más sencilla", pensaba, y la repetía una y otra vez siempre que necesita escapar de una discusión. Que estaba cansado, que el trabajo le agobiaba... Que le dejara en paz.

Ahora se declara culpable aunque no lo sea, pide disculpas aunque no sean sinceras, es amable sin sentir que tenga la necesidad de serlo. Pero últimamente su estrategia dejó de funcionar. Nunca había reparado en las consecuencias de la inmensa cantidad de pequeñas culpas acumuladas.

Le llevé en mi taxi y era como llevar mercancía barata. Distante, dolido pero aliviado a la vez. Llevaba un bolson apañado con ropa arrugada para 2 dias y se aferraba a ella como si fuera su unica posesión.

Por su mente pasaban las imagenes de lo ocurrido hacía unos 50 minutos antes.

Llegó a su casa a mitad de la tarde, un horario nunca frecuentado puesto que siempre trabajaba hasta entrada la noche en la oficina. Dejó la maleta en el sofá de entrada e hizo el menor ruido posible para darle una sorpresa a su esposa.

Al no encontrarla en la planta baja comenzó a subir las escaleras y a mitad de los escalones sintió algunos gemidos y suspiros que provenían del cuarto. Cuando entró a la habitación matrimonial vio a su mujer teniendo relaciones sexuales con otro hombre en una extraña posición.

El amante comenzó a temblar del susto mientras el hombre los miraba fijamente a los dos, sin emitir palabras ni movimientos. En silencio... sin gesticular... sin pestañear... sin ningun ademan de dolor ni tristeza. Ella pensó que él estaba a punto de tener un ataque de nervios cuando en realidad, él se sentía profundamente aliviado ya que ahora podía olvidarse del cargo de conciencia.

Ahora, las culpas eran mutuas.

Sin decirles nada, cojió sus cosas mientras ellos le observaban absortos pero en silencio y se fué. Ella comenzó a llorar y su amante la abrazó.

Me paró y me pidió que le dejara en el aeropuerto,  no tenia destino, solo un comienzo. Pero aún así no pudo reprimir llorar por el camino acariciando una pequeña foto de carnet de ellos juntos con 20 años menos.

Pero aliviado...


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