La dama se las dejó al salir.
Reparé en ellas poco después de
marcharse, cuando la puerta cortó el cordón umbilical que nos unía.
Era la bolsa de una conocida marca de lencería fina (como de "Secreto de Mujer" pero en ingles) tirada sobre la
alfombrilla trasera de mi taxi.
Tomé la bolsa como quien levanta el
cadáver de un pájaro, con dos dedos, y en su interior descubrí unas
bragas mínimas, color crudo semitransparente, de corte brasileño y fino encaje excepto en su
Zona Cero (de seda tan suave como los dientes de un niño). Aún
conservaba su etiqueta anclada al encaje y el ticket de compra: 33€. La
usuaria debió de comprarlas para una ocasión especial, o para sentirse
especial en cualquier ocasión. Sólo ella. Su sexy secreto.
Conduciendo mi taxi con las bragas en la mano, acariciando su
complejo tacto, me invadió una extraña tristeza. Aquella prenda
jamás cumpliría su función. No habrá piel que rellene sus costuras, ni
herida que esconder aunque se intuya. Y esa goma nunca alcanzará su
máxima tensión sexual, ni será desgarrada por los dedos de la urgencia,
ni cruzará el filo del pantalón despistado buscando oxígeno o tal
vez miradas: los ojos perplejos del adolescente, o los ojos cautivos del
casado.
Y su olor... nunca olerán a nada. Ni a ganas ni a cierre de fin de fiesta. Ni a nada.
Me alejé de la ciudad y en el campo prendí una hoguera con ramas
secas. Luego lancé las bragas al fuego. Comenzaron a arder
desprendiendo un humo tóxico que inhalé de cerca. Así huele la muerte en
vida, pensé.
Mareado por el humo tóxico de las bragas, comencé a ensoñar y viajar de manera astral visualizando el pubis perfecto para mi. Un pubis con plumas de oca, cerrojo
y código de barras. Pubis femenino que todos los hombres sienten una constante atracción y que ellas nunca lo entenderán y nunca lo entienden. Es la fascinación por lo oculto, lo prohibido, el origen de la vida, del deseo, de la carne, del amor. De la vida.
Les voy a decir una cosa...
No sé cuántas horas después, me despertó un guarda
forestal. Me multó por aparcar mi taxi en un parque protegido y por
encender una hoguera en zona de riesgo de incendios. Tomé las multas sin
rechistar y avergonzado y sin bragas, semidesnudo en la imaginación despues de ese coitus interruptus, me fui.
Y pensando en aquella usuaria, supongo que no le harían falta las bragas... me refiero las que se dejó sin estrenar. Si la perdida fue furtiva supongo que la cita y el deseo tambien.
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