lunes, 24 de enero de 2011

La Eterna Soledad

Después de pasar un día soleado pero gélido, descasaba en el poyete de la baranda de cemento de culo al Parque del Retiro. Concentrándose en los últimos resquicios de sol.
Empezó a recoger todas las cosas que había encontrado en lo que ella llamaba “los puestos de economatos” que en realidad eran algunos cubos de basura de algún restaurante del centro, ya no esperaba hasta la media noche en las puertas traseras de los Carrafús …
“con esto de la crizis –decía - ya había demasiada clientela de un tiempo para acá…” y estaba cansada de luchar por un paquete de bollos abierto o un par de pimientos un poco podridos pero que si le quitas lo pocho… se pueden comer.
Tendrá unos 45 años.
 Hace tiempo que no se mira a un espejo ni para acicalarse, lo hace de memoria, es lo que tiene vivir sin paredes…  tuvo 2 hijos pero los tuvo que dejar en la inclusa de su provincia y desde hace unos años se vino a Madrid de la mano de un compañero que la cantaba canciones con su gastada guitarra. Le quería con locura.
Sueña con poder ver el mar antes de morir, pero esta ciudad la tiene atrapada por el recuerdo de su amor.
Una noche fueron sorprendidos en los bajos del escaletric de Francisco Silvela esquina Príncipe de Vergara. Fue hace 3 veranos. Dormían como siempre juntos, abrazados sobre un mugriento colchón que escondían en un parque cuando aparecieron “los cachorros” rapados y dejándola sin sentido mataron a patadas y a golpes de hierro a su compañero. Cuando despertó nadie la ayudó, nadie la consoló, no la dejaron acercarse para poder abrazarle..
Nadie reclamó su cuerpo, es más, ella no sabía sus apellidos y no pudo despedirse de él. Solo le quedaron unas fotos que se hicieron en un fotomatón de una estación de metro que las guardaba en un lateral de su mugriento y deshilachado sostén, junto a su corazón.
Ella sabe que piensan que es otra borracha más, pero lo cierto es que nunca probó el alcohol. Y tendría escusas para hacerlo.
Familia pobre del norte de Huelva, padre borracho y maltratador y lo peor que puede tener una niña de tan solo 9 años. Abusador compulsivo. No tuvo otra que huir con los feriantes, que en vez de ser su salvación fueron 27 años de penurias y desencanto… y abuso y maltrato.

Hasta que después de escaparse una noche de San Joan, se perdió. Pero se perdió de verdad, el mundo se paró para ella y dejó de pensar en su mala fortuna y decidió vivir el día a día. En la calle, total nació también en la calle… su pobre madre la tuvo en medio de la calle porque su padre no quiso avisar al señor doctor y tuvo que ser ella la que de camino se echo a un lado de la acera de la plaza y la tuvo. Por eso la puso por nombre Milagros, porque fue un triunfo el haber podido salir del vientre de su magullada madre
 y llorar en el suelo sin que su madre tuviera fuerzas para cogerla.
Hoy la vi otra vez, estaba preparándose para dormir entre un magma de cartones mantas sucias y hablando a su única compañía, un perro, sin raza como ella y sin dueño, como ella. Es bueno tener un animal porque en noches como esta de -2.5, al menos un cuerpo caliente a su lado consuela y mata la soledad.
Pero ¿a quién le importa ya otra vagabunda mas en la ciudad?...

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